Yo soy ella

Estaba lejos de todo lo que reconozco, resignada a otro día de impetuoso verano de julio como turista. Abajo de los buses de 2 pisos, que recorren las ciudades para conocerlas, estaba ella.

Ella más 2 policías; ella, sola y humillada; ella luchando contra esos dos sujetos impersonales de unos 1.75 metros de estatura; ella, morena, iba de falda corta y camisa ancha, pelo crespo y rebelde, rebelde como sus gritos y sus exigencias.

Ellos que supusieron hacer el bien; ellos que la acorralaron; ellos, fuerzas varoniles sumadas, que arremetieron contra una individualidad femenina; ellos que creyeron que la autoridad es degradar, hacer minúsculo al hombre; ellos que la tiraron al asfalto de las 12 de medio día, a más de 30 grados, sin nubes a la vista.

Nosotros, los entrometidos del bus, estatuas morbosas que observamos cómo la ley pisoteaba su dignidad de humana; nosotros, los asistentes, miramos como si se tratase de una película, de una escena de relleno con efecto efímero.

Y ahí estaba yo, morena, de shorts y camisa, con mis aires de rebeldía desvanecidos, inmóvil y callada. Algo dentro me ardió, a la vez que en las 2 cuencas se debatió una pelea para que el agua fluyera como síntoma de impotencia, de ira, de injusticia ajena.

Nadie hizo nada y para llenar el vacío de la ineficiencia humana grité, mis gritos fueron rasguños de desesperación en un idioma que apenas les hicieron cosquillas en los oídos.

En Roma no reconocí nada, pero si a alguien: a mí. Alejándome en el bus de un ultraje, ahí estaba yo, desconociendo todo a mi alrededor y reconociéndome en esa mujer, en ese dolor, en esa lucha. Me vi frágil y acorralada como ella; al tiempo también me observé y sentí impetuosa. No logré nada, mucho menos lo haré con estas palabras que fueron método para vaciar la ira, lo que sí siento y reafirmo es la mujer que no se paraliza y desvía la mirada ante la lucha de ella(s), la lucha diaria mía.

SHEVA-Women-in-power-Unite

Foto Borgen Magazine

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